A alguno se le saltó las lágrimas el pasado sábado, 7 de enero, cuando llegó a Los Anexos y vio el renovado césped artificial en el que la cantera del Real Valladolid desarrollará su trabajo. Aunque para trabajo el que ha costado cambiarlo. Después de varios años de quejas y, sobre todo, lesiones de los propios futbolistas de la casa, el club blanquivioleta ha podido dar el paso para mejorar en ese aspecto.
Porque era muy necesario para que la formación resulte todavía mucho más eficaz. Desde hace años los jugadores de las categorías inferiores del Pucela se venían quejando de lo perjudicial que suponía entrenar y jugar sobre una hierba que parecía cemento. De hecho, muchos de ellos lo comparaban con tirarse sobre cemento cada vez que iban al suelo. Los porteros no tuvieron su altar, aunque se lo merecieron.
Pero el tema de las lesiones ha sido otro de los grandes protagonistas por un sintético con más años de los que tienen muchos de los que practican el fútbol habitualmente en Los Anexos. Uno tras otro, temporada tras temporada, los jugadores de las categorías inferiores sucumbieron a la dureza de un tapete impropio de un club como el Real Valladolid.
Y, claro, también está el apartado de los entrenadores rivales que echaban la culpa al campo de sus derrotas. Ahora ya deben buscar otra excusa, como un Rafa Sáez, técnico del Coruxo, que ha sido el primero en caer en el nuevo césped y, precisamente, era uno de los que más se quejaban. Su equipo perdió ante un Promesas que le da igual dónde jugar, porque siempre sabe cómo hacerlo.
La paciencia se convirtió en clave para iniciar unas obras que llevaban en la mente de los mandatarios blanquivioletas desde hace años. Finalmente, aunque con bastante retraso, se pudieron llevar a cabo aprovechando las vacaciones de Navidad. Quien lo estrenó fue el Real Valladolid B, que movió el balón por primera vez en el calentamiento ante el Coruxo. A los 77 minutos, ya ganaba para seguir creciendo -en todos los aspectos-.