Lo vivido con Luis César Sampedro desde su llegada hasta su marcha no ha sido lo más normal del mundo. En su presentación se le vio un tipo diferente, pero que parecía tener las ideas muy claras y podría dar al Real Valladolid el toque que necesitaba desde el banquillo. Todo un espejismo, ya que su carácter y forma de ser acabaron ganando a esa cordura.
El paso de las jornadas le dejó con 'el culo al aire'. Su cabezonería no le permitió ver más allá y variar ciertos detalles para seguir creciendo. Transcurrieron demasiadas semanas hasta que por fin se dio cuenta del desbarajuste defensivo que, partido tras partido, el Pucela mostraba. De ahí el elevado número de goles encajados que no llamaron tanto la atención porque Mata metió todavía más.
A partir de ahí, todo cuesta abajo. Sobre todo cuando los resultados no comenzaron a acompañar y el técnico gallego pareció tener las manos atadas para dirigir y cambiar un estilo al que se le acabó lo positivo cuando Mata dejó de marcar tantos goles.
Finalmente, entró en razón y movió ficha para construir un bloque fuerte atrás. El Real Valladolid se tapó los pies y dejó de recibir un número anormal de tantos; un cambio que le enfrió la cabeza, ya que también pasó a anotar menos dianas.
Así, sin encontrar el término medio, estuvo demasiadas jornadas. Partidos en los que cualquiera podría haber ganado, porque el Pucela jugó muchas veces a la victoria para el primero que marcase. Con la defensa cogida con pinzas y apostando por jugadores en posiciones que no eran las suyas, el mercado de invierno fue una broma de mal gusto. A la salida de Guitián se sumó las llegadas de jugadores que no han aportado absolutamente nada.
El despropósito rozó el techo cuando Luis César explotó en rueda de prensa y tiró piedras contra su propio tejado criticando a sus propios jefes. En ese momento firmó su sentencia, aunque aguantó mes y medio más porque la dirección deportiva no fue capaz de encontrar a alguien de garantías para sustituirle -hecho que merece capítulo aparte-.
La moto jamás terminó de arrancar y la ilusión de los aficionados blanquivioletas fue desapareciendo. Aunque el lamentable nivel de esta Segunda División ha permitido al Real Valladolid seguir vivo en la pelea por el play-off, el mérito del preparador gallego es mínimo. Seamos sinceros, de haber sido algo regular, el Pucela estaría muchísimo más arriba en la clasificación. Pero se contagió del resto y quiso ser más con el circo montado en Zorrilla.
Así las cosas, Sampedro dejó la mejor función para el final, como los grandes espectáculos. Tras conocer su despido, acordó con el club realizar una rueda de prensa para decir adiós. Unos problemas de papeles, en los que se dejó influir por su gente para finiquitarlos antes de marcharse, hicieron que la prensa estuviera una hora esperándole. La falta de respeto hizo que los periodistas decidieran abandonar el lugar después de un plante histórico y bochornoso. De esta manera, la despedida 'a lo Luis César' supuso la traca final de su estancia en Valladolid. Tanta gloria lleve como paz deje.