circle
Reels

Cuaderno de bitácora

Por Sonsoles Sánchez-Reyes Peñamaria

Tintín en su castillo del Loira


En 1907 nacía en la localidad belga de Etterbeeck Georges Remi, conocido como Hergé, creador en 1929 del personaje de Tintín, el emblemático reportero de las célebres historietas. El pasado 3 de marzo se cumplieron 40 años del fallecimiento de quien ha sido llamado "padre del cómic europeo".

El cuartel general de Tintín y sus compañeros es la morada del capitán Haddock, el castillo de Moulinsart. Hergé lo denominó así invirtiendo el orden del nombre de una pequeña localidad belga en el Brabante valón, Sart-Moulin. Realizó el mismo juego lingüístico que había llevado a cabo con sus iniciales para su nombre artístico: Georges Remi (G.R.), permutándolas (R.G.), de manera que pronunciadas en francés sonase 'Hergé'.

Para dibujar el mítico castillo de Moulinsart, Hergé utilizó como modelo uno de los castillos en el entorno del río Loira, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO: el castillo de Cheverny, cuya arquitectura clásica se correspondía con su técnica pictórica de línea clara, del que eliminó las alas laterales para darle apariencia más modesta. En los archivos del dibujante se conserva un folleto turístico de Cheverny cuya portada muestra el boceto a lápiz de Tintín y Haddock caminando hacia el edificio, la configuración preparatoria para una escena ahora famosa. En 1975, Hergé declaró: "El castillo de Moulinsart está inspirado en la parte central del castillo de Cheverny".

Hoy Cheverny, catalogado como monumento histórico, es un paraíso para 'tintinófilos'. Atrae unos 350.000 visitantes anuales, un tercio de los cuales va por Tintín.

Cheverny pertenece desde hace más de seis siglos a la misma familia, los Hurault, financieros y oficiales al servicio de cinco reyes de Francia. Siempre ha estado habitado, por lo que se ha mantenido en buen estado de conservación. Actualmente viven allí sus descendientes, el marqués Charles-Antoine de Vibraye y su familia, precisamente en el ala derecha que Hergé suprimió al castillo de su cómic.

Del castillo originario se han preservado pocos vestigios. A mediados del siglo XVI pasó a Diana de Poitiers, amante del rey Enrique II, quien lo vendió a los Hurault. Henri Hurault y su esposa Marguerite Gaillard de La Morinière encargaron la construcción del castillo en la primera mitad del siglo XVII al arquitecto Jacques Bougier (conocido como Boyer de Blois), que utilizó piedra 'Bourré', una toba calcárea de Loir-et- Cher que se blanquea y endurece con el tiempo. A diferencia de otros castillos del Loira, Cheverny es homogéneo en su material de construcción. No ha sufrido ninguna modificación: está idéntico a como era en el s. XVII, precursor del estilo Luis XIV.

Cheverny fue el primer castillo de Francia en abrir sus puertas al público, en 1922. El centenario se ha celebrado hace muy poco. La iniciativa de su apertura fue de Philippe de Vibraye, tío abuelo del actual propietario. Obtuvo autorización de su madre, con una condición: cerrar los martes, día en que ella recibía a sus amigos. Hoy día, se puede visitar todos los días de la semana.

El castillo está rodeado por unas 100 hectáreas de majestuosos jardines. Árboles singulares y ejemplares plantados entre 1820 y 1860 constituyen el parque de estilo inglés: tilos, secuoyas y variedades de cedros. Hay cuatro jardines temáticos: el de vegetales, el de los aprendices, el de tulipanes (con más de 100.000) y el laberinto.

Cheverny destaca en la montería desde 1850 y cría un centenar de perros de caza tricolores, cruce de las razas poitevino francés y foxhound inglés. Hoy, en el bosque de Cheverny y aledaños cazan exclusivamente ciervos. A horas fijas, el público puede presenciar cómo la jauría recibe la comida en la perrera.

En 1942 el castillo de Moulinsart hace su primera aparición en El secreto del unicornio. A partir de entonces, se convertirá en el hogar de Tintín, Milú, el profesor Tornasol, el capitán Haddock y el mayordomo Néstor. Moulinsart está presente o es mencionado en 10 de los 24 álbumes, de forma señalada en dos: El Secreto del Unicornio, que vio la luz por entregas en el diario belga Le Soir entre el 11 de junio de 1942 y el 14 de enero de 1943, y la segunda parte, El Tesoro de Rackham El Rojo, publicado en el mismo diario del 19 de febrero al 23 de septiembre de 1943. Ambos, inicialmente en blanco y negro, no llegaron a España hasta los años 50.

En las ediciones españolas Moulinsart se denomina en un principio castillo del Molino. Todo comienza cuando Tintín compra en un mercadillo una maqueta de un galeón antiguo que resulta ser una réplica del navío Unicornio que transportaba un tesoro nunca encontrado. En su búsqueda aparece el castillo por primera vez, aunque la resolución del caso no se verá hasta la historia siguiente, El Tesoro de Rackham El Rojo.

Tintín es encerrado en el castillo de Moulinsart por los hermanos Pájaro en El secreto del Unicornio. Al terminar la aventura se descubre que el castillo había pertenecido a un antepasado del capitán Archibaldo Haddock, el caballero Francisco de Hadoque, como regalo de Luis XIV de Francia en premio a sus actividades corsarias. Este caballero esconde en sus bodegas el tesoro de Rackham El Rojo, que Tintín y el capitán buscan a lo largo del relato y encuentran en la cripta de Moulinsart.

La residencia acabó perteneciendo a los Hermanos Pájaro, dos anticuarios de pocos escrúpulos. Tras su detención, el castillo se puso a la venta. Haddock lo adquiere gracias a que el profesor Silvestre Tornasol lo compra para él en agradecimiento por permitirle probar su submarino en la expedición al Unicornio, utilizando la subvención que el profesor recibiera del gobierno.

El castillo sufrió desperfectos cuando Tornasol estuvo analizando el detonante N.14, y además se quebraron todos los cristales, cerámicas y lozas de la mansión cuando probó su aparato de ultrasonidos. Después llegarían al castillo el príncipe Abdallah y su séquito, y la soprano Bianca Castafiore y su pianista en Las joyas de la Castafiore (1963).

Gracias al contacto entre el Dominio de Cheverny y la Fundación Hergé desde 1996, en 2001 se abrió la exposición permanente 'Los Secretos de Moulinsart' en las dependencias de Cheverny, en un edificio anexo al castillo propiamente dicho. Con la escenografía interactiva de Adelin Guyot, los visitantes reviven los acontecimientos en envolventes cómics tridimensionales. Seis salas reproducen episodios vividos por el reportero en varias de sus tiras cómicas, cuya decoración, sonido e imágenes hacen sentirse en el interior de las viñetas a tamaño natural.

Toda una experiencia de inmersión: en los 700 metros cuadrados de la exposición se introduce uno en el laboratorio del profesor Tornasol y en los sótanos de Moulinsart cuando Tintín despierta allí encerrado en El Secreto del Unicornio; se contempla en su cripta el tesoro de Rackham el Rojo; se escuchan las famosas maldiciones del Capitán Haddock; en el salón de El asunto Tornasol (1956) se oye retumbar el trueno que hizo añicos los cristales y se ven las misteriosas manifestaciones de los inventos del profesor Tornasol, como el Supercolor Tryphonar de Las joyas de la Castafiore; y se observa el icónico cohete rojo.

A la entrada de cada sala, una animación recuerda la escena del cómic a que se refiere. Una habitación es exclusiva: el dormitorio de Tintín en el castillo de Moulinsart, que no aparece en ningún álbum, lleno de recuerdos de sus aventuras.

En 2011, Steven Spielberg dirigió la película Las aventuras de Tintín: El Secreto del Unicornio, cuyo argumento se basa en las historias narradas precisamente en los álbumes que más se relacionan con Cheverny. Y en 2022 abrió sus puertas en los aledaños del castillo una tienda especializada, dedicada al mundo de Tintín.

Mucha vida acumulaba ya a sus espaldas Cheverny cuando en 1942 puso su pie allí por primera vez el personaje de cómic Tintín. Seis siglos de historia, arte, cultura y linaje pesaban sólidos en su trayectoria. Pero desde el momento en que hizo su entrada el reportero de ficción, el castillo de Cheverny ya no se concibe sin él. La identidad de ambos ha quedado entrelazada para siempre.

Fotografías: Gabriela Torregrosa