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Clásico

De mal gusto

Por Miguel Ángel Fernández.

Guerra de egos sobre la pasarela


Es muy complicado llegar de nuevas a un sitio, en general. Y es mucho más difícil si la persona que se acaba de ir dejó las expectativas muy altas. Hay un refrán que dice mi abuela que reza algo así como "otro vendrá que bueno me hará" que viene a ser lo mismo que ese dicho popular de "más vale lo malo  conocido que lo peor por conocer".

La moda deja tras de sí múltiples movidas que me permiten, incluso décadas después, alimentar mi hambre de salseo. Crímenes, amoríos y mucho drama suelen rodear a todas y cada una de las casas de las grandes marcas de lujo que conocemos.

Una de mis historias favoritas siempre será la lucha de poder entre el viejo y resabiado Yves Saint Laurent y el inexperto y arriesgado Tom Ford. ¿Te imaginas comenzar en un trabajo y que tu jefe te haga la vida imposible?

En medio de una situación muy crítica para la Casa Gucci, llegó Tom Ford dispuesto a comerse el mundo de la moda y a rescatar de las catacumbas de la moda y de la asfixia de las deudas a la histórica marca. En cuestión de solo tres años la presencia del joven diseñador supuso el paso de números rojos a que la empresa estuviese valorada en nada más que un billón de euros.

Fue entonces cuando el grupo Gucci negoció con Yves Saint Laurent que la marca entrase en su conglomerado y, dado que Ford había funcionado tan bien, quisieron replicar la técnica de rescate y comenzó a diseñar para la casa francesa.

A día de hoy, sabemos que en ese momento Saint Laurent actuaba de perro policía con el joven diseñador y le cortaba bastante la libertad. Pero no satisfecho con eso, se encargaba de darle carnaza a la prensa compadeciéndose de lo “simples” que eran las colecciones del que se estaba convirtiendo en su sucesor.

Para el veterano, este novato se estaba cargando el trabajo de toda una carrera con sus ideas arriesgadas y poco fieles al estilo de la casa.

Pero el niño no era ningún angelito y justo cuando se encontraban en medio de otro traslado empresarial que anunciaba su salida hacia otras direcciones, decidió aprovechar la última oportunidad para vengarse.

Hizo lo que le dio la gana y rompió, por completo, con lo que hasta ahora estábamos acostumbrados a ver en Saint Laurent, dejando clara su visión rebelde y su enemistad con el fundador de la marca.

Si por algo se caracteriza el mundo de la moda es por la vanidad de sus profesionales. Diseñadores, empresario y modelos suelen poseer egos inconmensurables hasta el punto de no poder disimular sus guerras y servírnoslas como aperitivo a los pies de sus pasarelas. Y a nosotros nos encanta.