Todos los días el despertador de Sebastián sonaba a las 7.00 de la mañana. Adormilado, con pestañas en los ojos, se arrastraba hasta el cuarto de baño después de remolonear hasta las 7.10 en la cama. Desayunaba su almuerzo habitual, tostadas de jamón y aceite, con el café con leche a la temperatura adecuada. Ni frío ni caliente. Templado. Agarraba su vieja gabardina y enfilaba el camino al ascensor para llegar a su coche con la pintura medio carcomida en el capó por el paso del tiempo. Y así llegaba al trabajo en el que llevaba algo más de quince años. Era la rutina perfecta, y así la deseaba. Cualquier amago de salir de ella era interpretada como una peligrosa amenaza y, por tanto, indeseable.
Cualquier día, mientras se encontraba a media mañana en la oficina tomando su café con leche -a la temperatura adecuada, ni frío ni caliente. Templado- se le acercó Elena. Chica nueva en la oficina, apenas llevaba tres meses.
-Perdona, eres Bastian, ¿verdad? -preguntó ella, con una mezcla de inquietud y viveza en los ojos.
-Sí, ¿por? -respondió Sebastián, interpretando esa situación como algo desconocido y, por tanto, non grato.
-Perdona que te lo pida así, pero ayer mi coche decidió morir y no tengo cómo venir. Hoy he tenido que coger un taxi. Estos días te he visto de lejos por la calle Espeso y he pensado que vives por allí. ¿Es así? ¿Podríamos venir juntos hasta que me lo arreglen?
Bastián dudó. Al fin y al cabo se trataba de una ruptura de rutina. Una ruptura de rutina de manual. De esas que te incomodan y te hacen estar pendiente de algo diferente y desconocido -pero peor es que te tachen de borde en la oficina.
-Sí, claro. Sin problema. ¿Te recojo mañana a las 7.45 en el cruce con la calle Trafalgar? -respondió, por no decir que suspiró.
Al día siguiente ahí estaba ella, puntual, esperando sin apenas moverse como una farola.
-Muchas gracias. No llego tarde, ¿verdad? -preguntó ella, sabiendo perfectamente que no era así.
-No, no, descuida -tosió Sebastián.
"Solo serán un par de días. Un par de días y ya está", pensó para sus adentros. Recordó en ese momento aquello que le decía su madre de pequeño de que la cara es el espejo del alma, e intentó disimular con una media sonrisa que casi terminó por convertirse en una mueca rara, que se apresuró a retirar.
Sin decir nada y mientras arrancaba el coche, ella estiró la mano hacia la radio para cambiar la habitual Radio Nacional de España que siempre llevaba Bastian en su coche. "¿Pero qué cojones?", pensó él, dándose cuenta de que había vuelto a ser demasiado expresivo. Por fortuna, ella no se percató del gesto.
-Este grupo se llama Carolina Durante. Siempre ponen una canción suya a esta hora -dijo Elena.
El trayecto, de apenas quince minutos -siempre por el mismo trayecto, ya que Bastian tenía controlados los tiempos de los semáforos-, siguió adelante. Suficientes para que por el camino ella le ofreciera un trocito de chocolate. No uno cualquiera, 85% cacao.
-Nunca me ha gustado. -mintió, ya que ni siquiera lo había probado. Por las noches solía prepararse su infalible e inigualable Colacao para verse un capítulo de Homeland. Siempre en la misma taza azul que le regalaron hace años en el McDonalds.
-¡Prueba un poco, anda! -insistió Elena. Casi como si estuviera cogiendo un caracol, con la punta de dos dedos, agarró y chascó un pequeño pedazo para llevárselo con miedo a la boca. Sin tiempo para más, Sebastián aparcó el coche en una plaza de la entrada. La de siempre.
Al día siguiente se repitió el proceso con situaciones similares. Bastian recogió a Elena en el cruce de la calle Espeso con Trafalgar y recorrieron de nuevo las doce calles -él sabía perfectamente cuántas eran- hasta que ella le dijo, esa misma tarde, que le devolvían el coche y que ya no hacía falta que viajaran juntos. Desde entonces, y aunque no se lo confiesa a nadie, Sebastián se ducha todas las mañanas escuchando 'Famoso en tres calles' o tal vez 'Las canciones de Juanita' de Carolina Durante, y ha sustituido su Colacao nocturno en su sofá por dos onzas de chocolate 85%.
¿Se ve representado? Es posible. A todos nos cuesta salir de nuestro círculo de confort. Y en ocasiones necesitamos un empujón para romperlo.
P.D. Videoclip de 'Famoso en tres calles', de Carolina Durante.