Durante este trayecto se atraviesa el bosque caducifolio de la Honfría: uno de los más extensos y mejor conservados de la frontera suroeste de nuestro país. Su orientación septentrional hace que se beneficie de altas cotas de pluviosidad y humedad, responsables de la gran variedad arbórea de este bosque, pues, junto al castaño predominante, conviven muchos robles y bastantes ejemplares de avellanos, cerezos silvestres y acebos. Representa el bastión caducifolio y atlántico de la Sierra de las Quilamas, en la que predomina una vegetación de corte mediterráneo.
Inicio el recorrido en la fuente de la Marina, junto al cartel indicador de la ruta de las Quilamas. Tras correr 1.500 metros abandono el camino principal para desviarme a la izquierda por la cuesta de las Pollinas. Este atajo a la fuente de la Honfría me resulta profundamente entrañable y familiar. En pocos sitios llego a percibir tan nítidamente la adaptación de mi organismo al esfuerzo físico aeróbico como cuando asciendo corriendo a un ritmo sostenido por la fuerte pendiente de este emblemático sendero. Sí, creo percibir cómo el corazón y los pulmones aumentan su trabajo para subvenir las necesidades de sangre arterial de los sobrecargados músculos de las extremidades inferiores. A pesar de los fuertes latidos, de las grandes corrientes de aire entrando por la boca y nariz, del sudor goteando por la frente y cara, de los sobrecargados músculos; el placer y deleite obtenido con tal esfuerzo mientras contemplo el bello entorno que me rodea alcanza cotas difíciles de superar. Supongo que se deberá a la gran descarga y liberación cerebral de poderosos estimulantes y relajantes (encefalinas y endorfinas).
Volviendo al camino, diré que en los primeros quinientos metros de ascensión los castaños dominan netamente la margen derecha, mientras que los robles predominan en el borde izquierdo, el orientado al sureste, donde se aprecian las montañas de la Sierra Chica. Cuando el programa de entrenamiento incorporado en el móvil me marca los dos kilómetros se vislumbra a la izquierda un notable prado, cuya cancela metálica de acceso se encuentra unos metros más arriba (360 m.). Las abejas de las colmenas sitas casi inmediatamente detrás de esta entrada parecen impedir la entrada de extraños e intrusos.
Espino albar en la cuesta de las Pollinas
Unos pocos metros más allá (100 m.), el espino albar (Crataegus Monogyna) se hace visible en ambos márgenes del sendero, al menos durante los siguientes sesenta metros del mismo.
Este arbusto se engalana en mayo con su tupida y meliflua flor alba. Al final del verano y principio del otoño ofrece su fruto rojo, muy empleado por la medicina tradicional China, pues contiene unos principios activos (procianidinas) que aumentan la degradación de las grasas (función lipolítica). También las flores y hojas son muy ricas en procianidinas, flavonoides de gran potencia antioxidante, responsables de sus propiedades hipotensoras, antiarrítmicas y ansiolíticas.
Una de las muchas supersticiones del majuelo o espino albar es la que afirma que si se lleva a casa una rama del mismo durante la noche de San Juan la protegerá de desastres naturales. Incluso la tradición católica también se vale de este arbusto cuando refiere que se benefició del don de ser incólume al rayo, por ser un espino donde la Virgen dejó secar la ropa del niño Jesús. En fin, hasta el mundo mágico de las hadas considera emblemático al majuelo, pues estas buenas e imaginarias damas gustaban de aventurarse en bosquecillos con abundantes espinos albares. Los celtas lo utilizaban en las bodas y en las festividades dedicadas a la fertilidad.
A los 2.610 metros del punto de partida hay un pequeño sector a la izquierda del camino donde las orquídeas se dejan ver en mayo. Junto a las desnudas y visibles raíces de varios castaños aprecié en mayo de este año unos cuantos ejemplares de azules orquídeas (género orchis). La presencia y existencia de estas singulares flores me permite efectuar algunas reflexiones sobre las mismas.
Orquídeas en mayo (Sendero de las Pollinas)
Es posible que bastantes personas desconozcan que las orquídeas silvestres sólo pueden germinar cuando resultan invadidas por ciertos hongos (endomicorriza). De esta forma se establece una relación simbiótica (usualmente cuando dos seres vivos se unen para obtener un beneficio recíproco), aunque en este caso es de carácter unidireccional, pues es la orquídea la que realmente se beneficia, dado que el hongo le suministra los nutrientes necesarios para su desarrollo (fósforo, calcio, nitrógeno y potasio) disueltos en agua. Además, de incrementar la capacidad de absorción del líquido elemento.
Parece ser que para que este fenómeno prospere en el medio natural con la erupción y desarrollo de las correspondientes orquídeas debe transcurrir un tiempo muy notable (de tres a cuatro años). A partir de entonces aparecerán todas las primaveras (habitualmente mayo en Castilla y León) nuestras bellas orquídeas, usualmente de los géneros ophrys y orchis, en los mismos parajes. ¡Cáspita! Con este detalle científico no pretendo aburrir ni distraer al personal, al contrario, pretendo que se incremente el afán y el interés por proteger estas maravillas de la naturaleza. Recomiendo encarecidamente no arrancar nunca una orquídea de su medio natural. En el caso de que algún galante caballero quiera sorprender a su amada con un ramo de flores naturales, le aconsejo que lleve a la afortunada dama a ese paraje donde florecen estas delicadas plantas, para que ambos se deleiten con su belleza y misterio.
Castaños secos
Nada más salir del rincón de las orquídeas aparecen a ambos lados del sendero bastantes ejemplares de castaños secos e incluso algunos yacen caídos con las raíces visibles. Por desgracia, son muchos los castaños que están secándose en este mágico bosque. Parece ser el resultado del ataque de hongos patógenos que afectan al tronco y las ramas como el chancro causado por Cryphonectria parasitica; otros, como Armillaria mellea destruyen las raíces.
Sin embargo, el más activo y destructivo de las raíces es el que causa la temible tinta (Phytophthora cinnamomi). Aunque según Pedro, el perspicaz y entendido guarda forestal de la zona, los estudios científicos efectuados en este emblemático castañar siguen sin dar con el verdadero agente responsable de esta gran mortandad. En fin, sea cual fuere la causa, hago votos para que la Fortuna acompañe a nuestros talentosos y prestigiosos investigadores, a fin de que descubran un remedio efectivo para solucionar esta auténtica plaga arbórea. Me entristece encontrar por doquier castaños secos y caídos, a veces arrancados de raíz, mientras deambulo por este grandioso bosque.
A continuación, aumentan la pendiente y la belleza del lugar; el sendero se estrecha y los castaños, robles, acebos y avellanos de ambos lados se aproximan tanto que parecen formar un dosel de ramas y hojas que alegran el paseo del caminante. Este tramo de dura pendiente se prolonga durante unos 250 metros, acabando en la superficie llana de la zona recreativa de la Honfría. ¡Demontre! Nada más acceder me encuentro con coches aparcados y gente arremolinada en torno a los merenderos. Sin embargo, aprecio a dos chicas que llevan a la espalda dos grandes bolsas. Me alegra pensar que porten la basura acumulada y, luego, recogida. Como me domina la impaciencia, al llegar a su nivel les pregunto a bocajarro y casi sin dejar de correr:
— ¿Qué cargáis a la espalda? ¿Basura?
— Pues claro— me responden con presteza.
Tanto me gusta el gesto y la muestra de educación ambiental, que no puedo por menos que agradecérselo.
— Estupendo. Muy bien.
Cuando llego a la fuente de la Honfría, unos 100 metros más allá, me paro a beber agua, lenta y parsimoniosamente. Hago tiempo hasta ver a las dos jóvenes tirar la basura a los contenedores. En ese momento pienso ingenuamente que tal esmero por conservar este paraje sólo lo pueden mostrar los autóctonos del lugar. Por ello, vuelvo a incordiarlas.
— ¿Sois de Linares?
— No. De Salamanca— me responden.
Tras breve desconcierto por mi parte, las felicito y les refiero que es muy probable que relate esta loable conducta ecológica en algún artículo que escriba sobre estos parajes. Además, les digo que se publicaría en la sección de blogs de un periódico digital de su ciudad: Tribuna de Salamanca. Aprovechando cierta sorpresa por su parte, vuelvo a la carga con más preguntas.
— ¿Cómo os llamáis?
— Maribel—responde una con celeridad—. La otra se lo piensa más, pero al final también me dice su nombre.
— Noelia me llamo.
— Bueno, Noelia y Maribel, recordaré vuestros nombres.
Después de esta agradable y reconfortante sorpresa asciendo verticalmente, entre merenderos, cerezos y castaños, los 60 metros que me separan de un pequeño sendero. Si me dirigiera a la izquierda ascendería a las Peñas del Agua o al Hueco. Sin embargo, voy hacia la derecha para llegar, tras 170 metros de recorrido, al camino principal por el que ascenderé hasta el Campo Escurial y, luego, al Pico Cervero (1.465 metros de altitud).
Tras sobrepasar una curva cerrada a la derecha nos encontramos con un tramo de medio kilómetro en donde el paseo resulta amenizado por la presencia de numerosos avellanos, junto a algunos acebos y los omnipresentes castaños y robles. No obstante, nada más dejar este tramo de relevante diversidad arbórea, coincidiendo con los 4 kilómetros de recorrido, empezamos a ver un abrumador dominio del roble hasta llegar, dos kilómetros y medio más arriba, a la plataforma de acceso al Campo Escurial.
Nada más llegar nos llama la atención la imagen triangular del pico Cervero, orientado al oeste. A la derecha, al noroeste y al norte, se aprecia en lontananza la amplia planicie del campo charro, paisaje adehesado de encinas; a la izquierda, al sur, detrás de las montañas que anteceden al Pico Cervero se encuentra el profundo valle excavado por el río Quilamas.
Entrada Campo Escurial
Si rebasamos las dos torres de granito que enmarcan una puerta natural de acceso entramos en este paraje de Escurial de la Sierra, el cual ha sido recientemente rehabilitado - las obras acabaron en abril 2014- por la Agrupación Europea de Cooperación Territorial (AECT) Duero-Douro, mediante el acondicionamiento y restauración del antiguo mobiliario: un abrevadero, merenderos, una fuente, barbacoa...
Este bendito lugar siempre me ha parecido un remanso de paz y de quietud, ideal para rebajar el nivel cotidiano de ansiedad. Estamos en un punto estratégico de la sierra de las Quilamas, a 1.290 metros de altura, con una excelente panorámica y usualmente libre de contaminación atmosférica y acústica, lo que invita a la meditación, lectura o simplemente al libre descanso y solaz, dejando la mente abstraída, pues en esos momentos parecemos intemporales.
No obstante, a mí me complace rememorar la referencia a estos lugares del rey de Castilla y León, Alfonso XI, quien constató en su famoso tratado de Montería (libro tercero, página 41) la presencia de oso en este mismo lugar: "El Cervero que está sobre el Escorial es buen monte de oso y de puerco...". ¡Qué maravilla! Han transcurrido casi 700 años desde entonces (este rey nació en 1312 y murió de peste en 1350) y parece que sólo ha habido un par de cambios: uno, la presencia del mobiliario descrito; dos, la ausencia del gran oso ibérico. Bueno, añadiría un tercero: la falta del lobo ibérico desde hace unos 50 años.
La noche se me echa encima, iluminada por una gran luna, pues el día siguiente de esta excursión, día de San Lorenzo, será luna llena. Temiendo que mi querida cónyuge se llene de inquietud y de cierta irritación por la tardanza subsiguiente decido regresar corriendo a un ritmo más vivo. El descenso lo permite y la luz natural es de tal intensidad que no tengo necesidad de iluminarme con la linterna frontal. Sólo cuando llego al paraje recreativo de la Honfría la conecto, con el propósito de ver el estado del solaz tras el descanso turístico. ¡Qué alegría! La limpieza efectuada por los turistas o visitantes salmantinos ha sido realmente encomiable, pues no he visto desperdicios relevantes, excepto un pequeño vaso de plástico aplastado y un paquete vacío de tabaco. Recojo ambos, los guardo en el bolsillo y desciendo por el sendero de las Pollinas.
Es una gran suerte que en Linares puedan reciclarse el papel, vidrio y plástico. Mientras desciendo me congratulo por haber presenciado una excelente conducta ecológica y de respeto medioambiental en un paraje muy entrañable para mí. Sólo me causa cierto prurito y preocupación la presencia del paquete de tabaco, que posiblemente ha podido pertenecer a un grupo anterior, por lo que significa: gran riesgo de enfermar y morir para el fumador activo; riesgo de incendio en caso de fumar en un bosque como éste.
En fin, en poco tiempo paso de escuchar el ulular del cárabo, mientras desciendo por las Pollinas, a oír el canto del autillo, cuando me aproximo a casa, pues cría en la foresta aledaña.
Dr. Félix Martín Santos