Estuve siempre en el bando de los que intuía que Pedro Sánchez iba a continuar sí o sí. Y aunque no suelo apostar, con la experiencia acumulada le gané un café a un amigo aún creyente en las bondades del líder patrio. No era una certeza, aunque parecía toda una evidencia. El presidente no dejará voluntariamente La Moncloa ni con las críticas de alguna prensa ni por las contrariedades judiciales. Sólo otro reparto de votos lo descabalgará del sillón. Cada uno es como es.
Jamás me he fiado de los ¿bipolares? dirigentes a los que se les hincha la vena en los mítines o en determinadas intervenciones públicas y, por contra, se manifiestan cual madre Teresa de Calcuta cuando lloran sus penas ante los ciudadanos con micrófonos y cámaras de por medio. Al contrario que los más palmeros, no concibo la política como esa actividad en la que el contrario ideológico es el enemigo, el maligno, donde el que no piensa como yo es una especie de despojo humano.
Comprendo a los ingenuos, a los bienintencionados, a los que se la cogen con papel de fumar y a los engañados; también a quienes les aburre el tema. Nuestro presidente es un fajador nato del ring político, el que mejor pelea en la mud fight (lucha de barro). Sus adversarios no le llegan a la suela del zapato en las estrategias de comunicación, aún no han aprendido el repertorio completo de artimañas de Sánchez en el tablero electoral. Parecen becarios a su lado.
El todavía presidente catalán, Pere Aragonés, socio de la mayoría que sustenta el Gobierno, ha calificado el período de reflexión de Sánchez como "una sobreactuación desproporcionada", aunque está encantado con que el presidente "haya certificado que la democracia española es de mala calidad". Al fin y al cabo, él también está en campaña electoral.
En las últimas fechas se han manoseado hasta el extremo expresiones como regeneración democrática, polarización, lawfare, narcisismo, ego perturbador, separación de poderes o autocracia. Lo más inquietante es escuchar a tanto cargo político, y sindical, pontificar sobre buenos y malos, sobre lo que es democrático y lo que no. De repente, tengo la sensación de que hemos retrocedido unas décadas, pero a mucho peor.
Hasta la libertad de expresión está más aún en tela de juicio tras el período de reflexión presidencial. Algunos periodistas firman manifiestos contra la actuación de otros periodistas. Y se hacen listas de medios de comunicación verdaderos y falsos. El periodismo de la trinchera nacional alcanza su máxima expresión. Ver para creer.
Con todo lo que ha pasado en este país en los últimos 50 años, con lo bien encaminados que vamos en tantas cosas, resulta que volvemos a caer en la trampa de las dos Españas, siempre manejadas desde las esferas políticas, siempre manipuladas por los más intolerantes, por quienes imparten homilías con aspecto y tono de corderos. No pueden engañar, fueron, son y serán lobos... por no decir otra algo más grosero.
En 1873 dimitió el entonces presidente de la I República, Estanislao Figueras. Su argumento fue estar “hasta los cojones” de sus propios correligionarios. También lo hicieron en la II República Manuel Azaña o Alejandro Lerroux. Adolfo Suárez fue el último en 1981. Pedro Sánchez se ha tomado unos días libres, ha amagado con un supuesto caos, ha acongojado a los suyos, ha creado una artificial incertidumbre, ha mareado la perdiz y, de paso, nos ha hecho reflexionar a todos sobre su verdadera valía e intenciones.
El presidente escribió (es un decir) Manual de Resistencia, un modo de biografía de opinión que retrata a la perfección a su protagonista, él mismo. Ahora, en una especie de huida hacia adelante, ha ideado una resistencia de manual, que ha empezado en plena campaña electoral de las elecciones catalanas y ante la inminente precampaña de las europeas. A unos cuantos ya no nos sorprenden este tipo de enredos populistas. Ni las encuestas de Tezanos.
Y a todo esto, se nos ha ido una de las emblemáticas periodistas de la Transición, Victoria Prego. Ella también veía con seria preocupación el actual desprestigio de la política nacional. DEP