Partiendo de esta realidad, pero siempre con una visión optimista del futuro, me aventuro a escribiros sobre la necesidad de apostar claramente por una parte de la solución al calentamiento: la transición energética hacia el uso de fuentes renovables, de energías limpias, en otras palabras, la descarbonización, dejando enterrados los combustibles fósiles… ¡que es donde mejor están!
El Acuerdo de París sobre cambio climático ha generado un movimiento político y público sin precedentes. El éxito de este acuerdo viene por el hecho de que no parte de las exigencias climáticas, sino de lo que cada país es capaz de aportar, de ahí que se haya logrado una firma masiva por parte de todos los Estados. Pero no hay París sin Bonn. En la reciente Cumbre sobre el Clima celebrada en Bonn, se estableció un calendario donde los países se comprometen a cerrar las minas de carbón. Desafortunadamente, por el momento, España se descuelga de este calendario, ya que desde el Ministerio no se prevé cerrar las carboneras, por razones sociales de empleo y seguridad en el abastecimiento, a pesar del gran potencial en renovables con el que cuenta nuestro país. Seguiremos pues con interés el debate sobre la nueva ley de Cambio Climático y Transición Energética que se está gestando a través de una consulta masiva de las empresas, organizaciones y la sociedad civil.
Lo más interesante de esta ley es la palabra transición, entendida como el cambio de modelo de desarrollo y productivo, que supone priorizar claramente las energías renovables sobre los combustibles fósiles. En Europa, las compañías energéticas se han reencauzado, y desde hace algunos años, apenas se han firmado proyectos para la construcción de centrales térmicas, al tiempo que muchas hacen ya movimientos para deshacerse de las que tienen, en favor de alternativas como las turbinas eólicas o las plantas solares.
Según los expertos, el suministro de energía se enfrenta a tres grandes retos. Por un lado, el aumento de la demanda global, sobre todo en los países que no pertenecen a la OCDE; por otro lado, la seguridad energética que garantice la independencia frente a la importación de energía; y por último, el problema del cambio climático.
Las energías renovables ya hacen cara a estos desafíos con crecientes garantías. En los últimos quince años, las renovables han crecido muy rápidamente. Ya no son tan caras y sobretodo apenas necesitan subvenciones para ser competitivas en el mercado. La innovación tecnológica ha obrado verdaderos milagros en este campo y un nuevo potencial digital se está desarrollando para que en pocos años las turbinas eólicas puedan incluso comunicarse entre sí, como si hablaran entre ellas, para dar mejor respuesta a la necesidad energética en un momento dado. Por el momento, se trabaja para mejorar las tecnologías de flexibilidad de la demanda: el sol y viento son imprevisibles, por lo que es necesario asegurar el almacenamiento para garantizar la seguridad de suministro.
La descarbonización es un hecho asumido hoy por todo el mundo. Incluso los países ricos en petróleo están reconvirtiéndose a las renovables, con Noruega a la cabeza que cuenta, por ejemplo, con una gran flota de vehículos eléctricos. Según Eurelectric, las compañías eléctricas no invertirán más en carbono después del 2020. Pero lo que más llama la atención es la transformación en el sector financiero. Los bancos se han sumado al impulso desde hace unos años, lanzando los fondos verdes que mueven grandes sumas de dinero y financiando los proyectos en función de su huella de carbono o de su impacto ambiental. Los inversores exigen a los bancos información transparente y detallada sobre la actividad empresarial que financian en relación con su impacto sobre el cambio climático. Para la Green Finance es fundamental la claridad en los conceptos –saber qué es sostenible- y sobre todo un sistema regulatorio estable y equilibrado; he aquí uno de los retos de la futura ley de Cambio Climático y Transición Energética.
¿Hay que esperar, entonces a que se acabe el oro negro para hacer la transición? En mi opinión, lo importante no es solo cambiar de fuente de energía sino cambiar de mentalidad y de visión sobre la nueva manera en que queremos relacionarnos con el medio ambiente. No es tanto que haya una carencia de soluciones técnicas, sino bloqueos de índole social: salir del sistema, en este caso descarbonizarse, nos parece algo incluso traumático. Es necesario saber gestionar la resistencia al cambio, ahora que disponemos de los avances tecnológicos. El desafío es cómo integrar eso que cambia tanto en un sistema y que deja atrás a modelos clásicos. La innovación tecnológica tiene que completarse con la innovación social, con una buena gestión política, una gobernanza eficaz y con instituciones capaces de liderar la transición ecológica, operando el cambio de paradigma a nivel global.
Nosotros ciudadanos, como primeros interesados en dar respuesta al calentamiento global, no nos queda otra que sumarnos a este impulso, resistir en la pendiente del consumo, despertar a los valores sostenibles, rescatar nuestra unión con la naturaleza, combatir la indiferencia e innovar en la realidad que vamos creando. Si nos comprometemos con este pacto por la humanidad, posiblemente estas navidades, los Reyes Magos no nos traigan ya más carbón.
Today, there is no doubt that renewable energy is part of the solution to global warming. During the last fitting years, technology has rapidly developed to make renewable energy fast to provide. Oil rich countries are turning into renewable. Fossils are no competition anymore. However, technological innovation has to be completed with social innovation. It is essential to change old mindsets into a new ways of connecting to the environment. The challenge is how to manage resistance to change now that we have the technological advances, and how to foster social innovation through an honest political management, effective governance and institutions capable of leading the ecological global paradigm shift.