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Clásico

Misión sostenible

Por María Teresa Pérez Martín

Las Rs de la sostenibilidad


Durante las últimas décadas, la política de gestión de residuos a nivel de la ciudadanía se ha centrado en concienciar a la población según el lema de las tres Rs “reducir, reutilizar y reciclar”. Tres simples acciones, que por ahora tendríamos que tener bien aprendidas, y que al realizarlas reforzamos nuestra buena conciencia ambiental. La política de diseño de productos ha ido evolucionando, gracias a los impulsos de la Comisión Europa, con el fin de incentivar la fabricación de productos reciclados o posteriormente reciclables y hacernos así más fácil nuestra elección y nuestra conducta. Pues bien, hoy contamos con otras muchas acciones importantes que van más allá de reciclar y que da la casualidad que también empiezan por “r”.

 

Rechazar vendría a posicionarse como la primera R de la sostenibilidad. Rechazar toda aquella conducta poco amigable con el entorno y la naturaleza. Saber ser asertivos y resistir (también con r) a la pendiente del consumo innecesario. Ser capaces de decir NO ante tanto artículo sobrante que se nos ofrece a diario y que no generan valor, sino más bien desperdicio, como son las bolsas de plástico, las pajitas desechables o cubiertos de un solo uso. Sobre todo, si no queremos que vuelvan a nosotros, cual boomerang, en los microplásticos que de la sal marina de nuestra mesa. Rechazar supone en primera instancia reflexionar (¡ups! otra que empieza por r) ante cualquier situación para elegir la alternativa más sostenible; pensando durante un instante si es necesario, por ejemplo, coger el coche o si podemos ir también andando. Siempre hay alternativas más sostenibles, lo importante es conocerlas y estar dispuestos a integrarlas como un nuevo hábito o pauta de conducta. La sostenibilidad ambiental nos invita a reflexionar sobre la huella que vamos dejando diariamente con nuestras elecciones, comportamientos y acciones.

 

Este cambio de actitud no resulta fácil, principalmente porque no interesa, en concreto a las multinacionales que han ido imponiendo a través de la obsolescencia programada, la única opción de comprar un producto nuevo cuando el que tenemos se nos rompe inexplicablemente justo después de cumplir el tiempo de garantía. Nos hemos ido acostumbrado a comprar porque dicen que cuesta menos que… reparar, ¿para qué molestarse? ¡Error! Ya hay solución, en los Repair Cafés, donde hay voluntarios capaces de dar una segunda vida a pequeños electrodomésticos, móviles, ropa y juguetes, etc. Aquí además hay cabida para la innovación, gracias al upcycling o reciclaje creativo, transformando los residuos en nuevos objetos de valor usando la imaginación y creatividad, como los conocidos pallets en originales muebles de jardín o las viejas escaleras de madera en nuevas estanterías…

 

En esta misma línea de ideas y siguiendo nuevas tendencias, la decoración nos propone también la posibilidad de restaurar muebles antiguos y recuperar el valor que guardan viejos enseres familiares a través del cariño hacia las personas que nos han dejado lo que en su momento ellas tanto apreciaron. Así restauramos de manera inconsciente alianzas con el pasado y reforzamos los lazos inter-generacionales en la sociedad.

 

De todas las Rs, me quedo con la de recordar… cómo se hacían las cosas y cómo se vivía antes de ser invadidos por el plástico y para ello no es necesario retrotraerse muchos siglos atrás. Aún recuerdo a mi madre salir a hacer la compra con un carrito desde casa. Tampoco se necesitan grandes inversiones ni políticas complicadas. Se trata de rescatar prácticas más sostenibles que hoy podríamos seguir haciendo. Eso es justamente lo que están haciendo en San Pedro La Laguna, un pueblecito guatemalteco, a orillas del lago Atitlan, que ha plantado cara al plástico, prohibiendo su uso y reciclando el que inevitablemente ha ido a parar al lago. Según su experiencia, solo se necesita compromiso político y actitud proactiva por parte de sus ciudadanos para vivir sin plástico.

 

En el fondo, de lo que se trata es de Respetar (esta va en mayúsculas) el sentido propio de la vida, el orden natural de las cosas, nuestro entorno, la naturaleza y por ende al ser humano, tomando decisiones basadas en el agradecimiento a lo creado, siendo conscientes de nuestro papel como co-creadores y asumiendo la responsabilidad de nuestras acciones.