En Europa, se calcula que aproximadamente el 70% de la población vive en las ciudades, que consumen un 80% de la energía y aportan un 80% al producto interior bruto. Por esta razón y porque se prevé que las ciudades crezcan aún más, la Unión Europea puso en marcha hace unos años, una estrategia para fomentar un desarrollo urbano basado entre otras cosas, en la economía circular, en la eficiencia energética de los edificios, en la descarbonización de la economía y en la gestión ecológicamente racional del agua y de los residuos, etc. En concreto, con respecto a la gestión de residuos, la UE exige a los Estados miembros que para el 2025, el 55% de los residuos urbanos sean reciclados y el 65% para el 2035.
Actualmente las principales ciudades europeas ya no compiten por ser un polo de producción industrial sino más bien por ser ciudades más verdes, capaces de ofrecer a sus ciudadanos un entorno más sano (mejor calidad del aire y agua) una mejor movilidad urbana, mayores oportunidades de integración social o un desarrollo digital adaptado. Las ciudades tienen que ser inteligentes y para ello necesitan tener sobre todo ciudadanos inteligentes, es decir, informados y educados en hábitos sostenibles, capacitados para participar activamente en el proceso de toma de decisión a nivel local, ejerciendo una gobernanza más eficaz y participativa. Por su parte, las autoridades locales tienen en su poder la posibilidad de transformar el mercado a través de un sistema de contratación pública más verde, seleccionando proveedores de bienes y servicios que cuenten con certificados medioambientales o etiquetas ecológicas y favoreciendo la construcción de edificios más eficientes enérgicamente. Las ciudades que además tienen la gran suerte de ser patrimonio de la humanidad tendrían que actuar en consecuencia atrayendo a un turismo de calidad y respetuoso, evitando errores garrafales como la noche vieja universitaria. En este proceso de transformación, hay mucho espacio para la innovación en el diseño y planificación urbanístico, incorporando la digitalización en muchos ámbitos. Entre los objetivos para transformar a Paris, por ejemplo, en una ciudad inteligente para los próximos años, se prevé que la Estación del Norte sea energéticamente autosuficiente, generando su propia energía simplemente con las pisadas de los viajeros que transitan por la estación.
Tod@s los que vivimos en una ciudad estamos llamados a transformarla en un ecosistema más fértil, a través del ejercicio de nuestra profesión (arquitectos, taxistas, guías turísticos, empresarios, funcionarios, etc), cambiando nuestros hábitos nocivos, utilizando de manera más sostenible nuestros recursos, especialmente el agua, innovando socialmente en laboratorios de vida urbana y creando empleos verdes. El poder de transición hacia la sostenibilidad ya no reside en los políticos, generalmente desgastados, sino en el conjunto de ciudadanos comprometidos con el desarrollo socialmente equilibrado y ambientalmente sostenible de nuestras ciudades.
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