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Clásico

Misión sostenible

Por María Teresa Pérez Martín

Resiliencia urbana


La resiliencia urbana es la capacidad de la ciudad de prevenir y minimizar el impacto de cualquier tipo de riesgo al que está expuesto con el fin de mantener la continuidad de las funciones que desarrolla. La resiliencia es la evolución constante que una ciudad tiene que experimentar para hacer frente a los retos y desastres que puedan ocurrir, respondiendo al mismo tiempo a las expectativas y necesidades básicas con la debida diligencia. Es un proceso continuo que empieza con la valoración y gestión del riesgo, identificando los incidentes más o menos críticos que puedan acontecer en el espacio público y ver qué respuestas se pueden proponer. Se complementa con la capacidad de analizar lo ocurrido y aprender de experiencias pasadas, pero también comprende la visión de prever futuros riesgos, analizando, por ejemplo, cómo pueden afectar a la ciudad y cuál es la capacidad de respuesta y absorción del estrés, de manera que se obtenga la mejor información para reducir las vulnerabilidades. Esta información es crucial para conocer mejor las amenazas y, sobre todo, dónde y cómo localizarlas en el espacio urbano, pero también los recursos con los que cuenta una ciudad y cómo maximizarlos para saber dónde hay que invertir el dinero público. Se trata de generar una habilidad para identificar qué tipo de impactos y estrés puede sufrir tanto de forma crónica como esporádicamente, a corto y a largo tiempo. El estrés e impactos a los que hace frente una ciudad pueden ser los derivados del cambio climático, conflictos económicos, pero también de conflictos sociales generados por la llegada de miles de refugiados en un corto espacio de tiempo.

 

Las autoridades locales han de conocer y evaluar qué grado de resiliencia tiene su ciudad, con el fin de saber también cuando y como harán frente a eventuales episodios de riesgo, de manera que anticipen los impactos o riesgos en la actividad económica de la ciudad, y puedan garantizar su continuidad. Hay ciertos riesgos que pueden ser previsibles y medibles, otros son, por el contrario, inciertos, como por ejemplo los conflictos sociales en países vecinos que provoquen olas migratorias de refugiados, etc.

 

En el contexto del cambio climático, la resiliencia urbana puede apoyarse en el análisis de datos para elaborar los mapas con posibles zonas inundables o áreas victimas de olas de calor o altas temperaturas; este análisis es esencial para saber cómo hacer frente sobre todo en el caso de poblaciones más vulnerables o peor preparadas para temperaturas extremas. Conociendo los riesgos, la planificación será más eficaz a la hora de identificar donde crear zonas verdes o calles con sombra, o edificación de vivienda adaptada al incremento de temperaturas.

 

Para construir una ciudad resiliente, es fundamental contar con planes de gestión del riesgo especialmente en ciudades cosmopolitas donde viven miles de personas con distintos orígenes, idiomas y cultura. La clave está en saber que está ocurriendo en la ciudad, para conocer mejor los riesgos potenciales a los que hacer frente, no solo para adoptar medidas de mitigación, sino también medidas de adaptación para gestionar los riesgos que potencialmente sobrevengan.