A corazón abierto en las listas de espera: el reto de resolver un problema endémico
Las listas de espera son el gran reto de la sanidad pública en Castilla y León, una asignatura pendiente de manera casi eterna, contra la que han fracasado todos los planes de choque y que es vital para mantener un nivel mínimo de calidad asistencial.
Con el nuevo organigrama y funciones casi completo, el Gobierno de Castilla y León se ha puesto manos a la obra con sus primeros retos. Abrió fuego el anuncio del plan para paliar el impacto poliédrico de la actual crisis, impulsada por la invasión de Ucrania, pero larvada en el incremento de los costes energéticos y su efecto en la inflación, un plan con vocación de respuesta inmediata para un problema que ocupa la parte central de las preocupaciones del momento. Y, sin embargo, va a ser en una tarea diferente donde el nuevo ejecutivo de PP y Vox va a ponerse a prueba: la de hacer frente a las listas de espera.
Reducir en 21 días la demora media y hacerlo en menos de seis meses. Este es el reto que ha puesto sobre la mesa el presidente Fernández Mañueco a su consejero de Sandiad. Un objetivo mayúsculo si se conocen los pormenores de este problema que pasa por ser la gran asignatura pendiente de la prestación sanitaria púbica de Castilla y León.
En estos momentos, con datos del primer trimestre, 42.574 personas están esperando que les llamen de la sanidad pública para una operación. Esperan una media de 139 días, más de cuatro meses, aunque 8.000 de ellos esperan más de medio año y 3.500 superan el año completo. Las cifras son enormes y afectan incluso a cirugías de nivel de prioridad intermedio, no sólo a las más rutinarias. El total ha sufrido el impacto del parón de dos años de pandemia en los que hubo que suspender muchas cirugías, de hecho, antes de que irrumpiera el Covid eran menos de 30.000 los pacientes en lista de espera quirúrgica.
El objetivo de rebajar 21 días de la media de 139 es exigente. Supondría poner a Castilla y León en la media nacional y rebajajarlo al entorno de los 120 días de demora media que era el nivel al que estaba antes de la pandemia. El problema es que ese dato ya era malo: antes se había logrado estar en la mitad, pero había muchas dudas sobre la fidelidad de esas cifras. Con todo, sería positivo, pero insuficiente porque hay problemas de gran calado que no se resuelven con una cifra.
En estos momentos, dos de los grandes hospitales, Burgos y Salamanca, superan los 200 días de demora media, y el de León supera los 140. Está claro que para bajar la espera hay que actuar en estos centros que son los que disparan las cifras, pero casi nada de lo que se ha intentado hasta ahora ha surtido efecto. Las listas de esperan están enquistadas en estos centros y las fórmulas disponibles han sido ineficaces porque, además, hay que 'intervenir' sin excederse con los conciertos, con una plantilla cansada por la pandemia y lidiando con un problema colateral, las listas de espera de pruebas diagnósticas, también abultadas.
El PP tiene aquí una de sus principales piedras de toque de la nueva legislatura, una vez asumió la cartera estrella de su antiguo socio de gobierno. Lo es porque es un problema central, eterna asignatura pendiente contra la que han fracasado todos los planes de choque, y que además es indicativo de la salud de una sanidad pública tensionada y con muchos frentes abiertos. Y tendrá a toda la oposición atenta a la evolución de un problema endémico.