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El diputero con el que no contaba Sánchez

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Tribuna
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En política no existe una previsión exacta. Es más, cada día es imprevisible. Una hoja de ruta puede sufrir una alteración que remueva los cimientos aparentemente más estables. Tenemos ejemplos recientes. Hace muy poco se cumplió el aniversario del aquelarre en el Partido Popular, cuando la cúpula intocable de Pablo Casado y Teodoro García Egea saltó por los aires y hoy ya son historia. Si vamos a lo más actual, seguro que el planteamiento estratégico del Partido Socialista en pleno año electoral no contemplaba un caso como el del 'Tito Berni', que le coloca realmente en el disparadero de su moral y responsabilidad.

Qué paradoja. El PSOE lleva alimentando una huelga en la medicina madrileña con todos los síntomas de ser una auténtica táctica de desgaste hacia Isabel Díaz Ayuso, pero en el medio se ha cruzado el parón de los funcionarios de Justicia y el escandalazo de su diputado canario, aficionado al dinero y a otros vicios que hacen del 'Tito Berni' un caso con todos los componentes chusqueros para erosionar la reputación del partido de Gobierno.

De nuevo, la política se asoma al terreno enfangado de la corrupción, aderezado de drogas, juergas, prostitutas y otras sórdidas maneras de comprar voluntades a través de la influencia de un diputado que, presuntamente, convertía el Congreso de los Diputados en una sucursal de sus oscuros intereses. El diputero se ha colado en el guion de Sánchez y no hay muchas más vueltas que darle al tema. Les han pillado en el peor momento, con unas elecciones a la vista, dos leyes recién aprobadas generando controversia y una moción de censura que, vaya tino de VOX, le puede servir como elemento de distracción mientras siguen saliendo más ásperos detalles alrededor del 'Tito Berni', fotografías incluidas que nos trasladan a aquellas épocas del caso Roldán que creíamos haber enterrado para siempre.

Entre el escándalo, una comisión de investigación a propuesta del PP y voces políticas que piden explicaciones y responsabilidades. Pero silencio absoluto del principal socio del PSOE en el Gobierno. Podemos calla. Podemos otorga. Podemos se convierte en un cómplice activo de las absurdas explicaciones de un Patxi López convertido en un manojo de nervios incapaz de dar una respuesta sólida a algo que no tiene justificación. El PSOE es prisionero de su teórica doctrina, de un código ético despedazado sin compasión por su diputado canario, que le ha colocado en una complicada tesitura moral, inabordable desde el punto de vista político y fuera de cualquier catálogo moral. Pero tan grave es la actitud socialista, pretendiendo minimizar los daños para que el castigo político no sea demasiado severo, como la parsimonia de Podemos con un doble rasero para sus mediciones. Si este flagrante caso de corrupción hubiera salido de la bancada popular, estaríamos ante una situación de gravísima confrontación política. Pero el diputero se alojaba unos metros más arriba de los escaños podemitas y eso son palabras mayores. Esta complicidad explica muchas cosas, entre otras por qué el PSOE está aguantando las consecuencias de la Ley del 'sí es sí' con violadores en la calle. El silencio de Podemos es el espejo de un Gobierno que mira de reojo al 'Tito Berni', a sus juergas, sus drogas, sus prostíbulos, sus influencias. Que ha convertido el Congreso de los Diputados en una oficina de tráfico de influencias destapando un aroma de insostenible corruptela, digno de una película de Torrente.

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