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Menudo Panorama

Por Pedro Santa Brígida

Las silenciosas consecuencias del ruido


Vivir deprisa y consumir rápido y en exceso son características del mundo del siglo XXI. En las últimas décadas se ha acelerado el ritmo vital de una sociedad cuyos individuos a menudo corremos como pollo sin cabeza de casa al trabajo y viceversa. En el medio rural aún quedan espacios de serenidad, incluso de paz, en cambio las grandes poblaciones, particularmente las ciudades, se han convertido en lugares frecuentemente inhóspitos para las personas, que apenas reparamos en los perjuicios de 'males necesarios' como, por ejemplo, el ruido.

Por diversas circunstancias, en mi barrio llevamos un año de obras que no parecen tener fin. Primero fueron unos meses de cambio de las farolas, después la denominda red calor (nuevas tuberías bajo el asfalto para la futura red de energía de biomasa que financia la Unión Europea) -una cotidiana tortura diaria-, sin olvidar el tráfico rodado habitual, la construcción de nuevas viviendas en la zona o los cortadores de cesped y las desbrozadoras de parques y jardines. Una sinfonía de típicos ruidos de ciudad. "Es el progreso", dice irónicamente mi vecino, que lamenta no ser de algún pueblo al que huir de vez en cuando.

Tenemos asumido el ruido. Lo llevamos como si no afectara a nuestra salud, a nuestro estado de ánimo, cuando resulta que se está convirtiendo en un grave inconveniente sanitario, según relatan los especialistas del asunto. La contaminación acústica no es un problema de confort, es un problema de salud pública, denuncian desde la OMS. La última estadística es demoledora, en la Unión Europea hay casi 30 millones de personas adultas que padecen pérdidas auditivas severas producidas por el ruido y cada año se registran unas 12.000 muertes prematuras inducidas por el ruido. Las previsiones a medio y largo plazo son devastadoras.

El tráfico rodado es el principal causante del ruido, que no es otra cosa que un conjunto de sonidos desagradables, molestos e indeseados. Los españoles, por otra parte, tenemos fama entre nuestros vecinos europeos de gritar en exceso (hablar alto, decimos nosotros) cuando conversamos con el prójimo. Y la pérdida auditiva no tiene cura, sólo se puede combatir con audífonos, que por cierto no son baratos.

Además de la clásica sordera, el ruido provoca severos trastornos del sueño, está asociado a problemas de hipertensión y a determinadas cardiopatías, incluso a efectos negativos en el desarrollo cognitivo de los niños. Como si no pasara nada, a los adultos nos recetan unas pastillas y a seguir con el frenético ritmo de vida asociada al ruido constante y desagradable en el que nos desenvolvemos a diario quienes nos movemos por poblaciones de cierto tamaño. Son las silenciosas e inadvertidas consecuencias del Ruido.

En 1996 se instituyó el último miércoles de cada mes de abril como el Día Internacional de Concienciación contra el Ruido. Durante unos quince años las adminstraciones públicas del mundo desarrollado hicieron bandera contra la contaminación acústica. Se elaboraron mapas de ruido y normativas para penalizar a los infractores de los niveles de decibelios establecidos. Pero esa defensa medioambiental pasó a un segundo plano desde que el cambio climático se ha convertido en la supuesta prioridad. Como curiosidad, el único efecto positivo del período de la pandemia Covid fue el descenso del nivel medio de decibelios en el mundo.

España tiene un nivel medio de 10 decibelios de contaminación acústica por encima de las recomendaciones de la OMS. "Es una burrada", lamentan los profesionales sanitarios, que reclaman mayor atención pública hacia la contaminación acústica. A menudo los problemas del día a día nos impiden ver el bosque, o como diría el escritor, fotógrafo y naturalista norteamericano Edwin Way Teale: "El ruido está evolucionando no solo a los que lo soportan, sino también a los que lo necesitan".