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Burgos rinde homenaje al dulzainero segoviano Mariano Matey Montes
La 36 edición del Día del Dulzainero es el Festival de dulzaina castellana celebrado ininterrumpidamente más antiguo de España.
La 36 edición del Día del Dulzainero, celebrado en Burgos, rinde homenaje este sábado 17 de diciembre al músico segoviano Mariano Matey Montes. Se trata del festival de dulzaina castellana celebrado ininterrumpidamente , excepto en el año 2020 a causa de la pandemia, más antiguo de España.
Matey Montes nacido en Valleruela de Sepúlveda, un 14 de septiembre de 1929 y creció en el seno de una familia sometida a los imperativos materiales y morales de una inmediata posguerra, que presentaba un cuadro económico social deprimido, en el que el sustento familiar oscilaba entre la música y la sastrería en los pueblos circundantes a Valleruela.
Siendo el mayor de siete hermanos asumió desde corta edad los deberes de primogénito ejemplar: cuidado de sus hermanos, tareas del campo y la trilla en la época estival? Así lo reconoce abiertamente rememorando aquel primer tramo vital.
"Mi vida se desarrolló dentro de unos principios de disciplina y convivencia familiar, así como con un sentido de colaboración y esfuerzo en el trabajo", señala el músico.
Así, compaginó los quehaceres propios de primogénito con los estudios escolares y las primeras lecciones de sastrería de mano de su padre confeccionando pantalones. Entre forros de lienzo y pana, Enrique Matey se mostró preocupado porque su hijo mayor recibiera una formación esmerada como dulzainero.
En este sentido, sería su tío Pedro Matey, dulzainero y también sastre afincado en el municipio contiguo de San Pedro de Gaíllos, quien inició en el aprendizaje de la dulzaina a su sobrino apenas adolescente, al tiempo que adquirió sus primeras nociones de solfeo con el cura de Valleruela, el señor Don Cosme.
Con dieciséis años cumplidos y con el firme propósito de dar continuidad a su aprendizaje, Matey Montes abriría un nuevo ciclo formativo de dulzaina y solfeo bajo la tutela de Emiliano García en su domicilio de Nava de Roa, en la provincia de Burgos, al que acudiría cubriendo el trayecto en bicicleta desde Valleruela de Sepúlveda.
Durante casi dos años y por temporadas de quince días con carácter bimestral, Matey Montes fue consolidando un perfil de dulzainero y músico, a través de una preparación que tuvo mucho de inusitada; en contraste con otros dulzaineros de su entorno, cuyo aprendizaje era de oído y por imitación de otros intérpretes. Con todo, no tardó este dulzainero incipiente en estrenarse en su Valleruela natal y otros municipios limítrofes, lo cual simultaneó con la sastrería familiar y los consiguientes desplazamientos para tomar medidas.
Apenas iniciado el año de 1948 y una vez obtenido el beneplácito de sus progenitores, Matey Montes solicitó plaza en la banda de música de la Academia de Artillería de Segovia. De este modo, se abría otro ciclo formativo para este dulzainero insólito, que vendría a implementar sus conocimientos musicales, pasando por gozar de las facilidades que suponía cumplir con el servicio militar obligatorio cerca de su domicilio, un modesto piso de alquiler en el barrio de San Lorenzo.
Precisamente, en el desempeño de su labor al frente del tambor primero y de los timbales después, encontraría Mariano Matey en el grupo de percusión a Simón San Romualdo Egido , perteneciente a la familia de 'Los Silverios' que se había trasladado en los últimos años de la década de 1930 desde Torreiglesias a la capital segoviana. Con esta familia, Matey afianzó una relación heredada de su padre y de su tío, que tomó carta de naturaleza realizando sus primeras intervenciones con la dulzaina en compañía de aquéllos; un vínculo que se intensificó con ocasión de la gira latinoamericana de Mariano San Romualdo con el grupo de coros y danzas de la Sección Femenina, en 1949.
Al mismo tiempo, Matey Montes en unión con Pedro, un cabo y excelente intérprete de caja bien formado con el que trabó amistad en la banda de tambores de la Academia, se ajustó con los mozos de Revenga para hacer el baile de salón los domingos por la tarde. Por ello, durante varios años, Mariano Matey se encargó del baile dominical los meses de primavera e invierno en Revenga.
Se convirtió en un dulzainero crecientemente conocido, engrosando así la nómina de contrataciones: fiestas de San Miguel en Cabanillas, de San Juan Degollado en Tizneros, Las Candelas en Adrada de Pirón, Santa Isabel en Sotosalbos, la Virgen del Rosario en La Higuera, Santo Tomás en Vegas de Matute... entre otras, lo que le hizo sacarse el pertinente pase de pernocta en la Academia para poder cumplir debidamente con sus compromisos musicales.
Como intérprete ya consumado, Matey Montes gozó de una autoridad y prestigio indiscutibles por lo que fue solicitado en otros pueblos como Etreros, La Granja, La Losa, Ortigosa del Monte o Palazuelos, y parejamente, en barrios de la ciudad del Acueducto como La Cruz en el Cristo del Mercado, San Roque en San Millán o Santa Eulalia en la barrio del mismo nombre; al tiempo que dio continuidad de las sesiones de baile con la dulzaina, y más ocasionalmente con la batería, como así lo hizo en varias ocasiones en el salón Royalty de San Rafael.
En aquellos años y ante tales circunstancias, los bailes de salón fueron consolidándose y abriendo un nuevo ambiente de ocio y sociabilidad festiva como fueron los salones de boda: La Criolla, Casa Garrido, Las Sirenas?; espacios en los que el Matey Montes sería nuevamente demandado por lo que hubo de acreditarse como dulzainero en el Sindicato Nacional del Espectáculo para poder formalizar los contratos. Trasladado al barrio de San José Obrero, Matey perfeccionó sus conocimientos de sastrería recibiendo cursos trimestrales en Madrid, al tiempo que tomó en pupilaje en el aprendizaje de la dulzaina a varios chavales y su propio hermano, Santiago Matey, al que había instruido en el manejo del tambor una vez llegado de Valleruela a Segovia.
Contra todo pronóstico a principios de los años sesenta, una enfermedad en las piernas le obligó a someterse a una intervención quirúrgica, que le dejó una movilidad reducida. Una secuela irreversible que, unido al volumen de trabajo nada desdeñable de la sastrería y coincidiendo con el nacimiento de su hijo Juan Antonio, este músico de salón valorado de forma superlativa decidió cerrar su etapa como músico.
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